Desde luego creemos que si tomamos el concepto arruga como metáfora de la vivencia de un objeto, también podemos afirmar sin duda alguna, que esta llena de belleza y aveces de incalculable valor.
Es una pena cuando deshechamos algún tipo de mobiliario porque lo creemos irrecuperable, por su mal estado, pero es en esas ocasiones cuando debemos mirar más allá y saber ver su verdadero potencial.
En el mini consejo de voy os vamos a mostrar que no es necesario llegar a una restauración para que un mueble luzca bello de nuevo, es aveces solo un lavado de cara y sus propias arrugas lo que configurarán su mejor decoración.
El mueble que hoy os mostramos, lo encontramos tirado en un contenedor, desauciado por su años y la creciente modernidad.
Su estado era el de un mueble que ha vivido más de 100 años, que nos podría contar más de mil historias y al que el tiempo le había pasado algunas facturas como una pata partida, (que no perdida), y agujeros que antaño fueron el hogar de los antiguos tiradores, muy probablemente, de bronce.
Sin dudarlo ni un momento lo recuperamos del que parecía iba a ser su último destino y lo llevamos a casa, donde con mucho mimo arreglamos la pata y lo limpiamos y enceramos para que reluciera aún más el paso de los años que lo había he hecho más bello aún, (la cera fue la misma que utilizamos en el post de puro ego).
Forramos sus cajones con un papel neutro pero lleno de personalidad, como toque moderno y revitalizante, que adquirimos en El Corte Ingles.
Y finalmente añadimos unos nuevos tiradores de concha en latón envejecido, unos embellecedores a las cerraduras y unas antiguas llaves, (podéis adquirir todo esto en cualquier ferretería).
Para finalizar lo ubicamos y añadimos algo de decoración vintage acorde a su estilo para devolverle aún más vida.
Mueble ENCUADRADO.
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